Es primera hora y con la fresca de la mañana nos aventuramos a dar el primer paseo del verano, y con ello despedirnos de los campos y montes verdes que aun quedan de la ya extinta primavera que nos acaba de dejar.
Comenzamos nuestra ruta abandonando la carretera asfaltada que baja desde la entrada del pueblo y que siempre se ha denominado como la "Curva de la Peñas".
Empezamos por un camino muy diferente al que nos vamos a encontrar más avanzado y que transcurre entre un monte alternado de sabinas y que más adelante es mayoritariamente de robles.
Nos reciben unas pequeñas formaciones de grandes rocas, que antiguamente se desprendieron de la cima del cerro, y que han formado pequeños conjuntos dentro del entorno inicial del monte de sabinas que nos encontramos.
Esta senda fue camino para los agricultores con sus mulas y los pastores del pueblo, que se desplazaban por ella para llegar a sus parcelas o rebaños de ganado. Si proseguimos por ella hasta su final, llegaremos a las fincas cercanas al despoblado de Modojos.
Siguiendo la senda de las Peñas... empieza el día ...
En este inicio de paseo nos podemos encontrar, impasibles junto a las paredes de las cerradas que delimitan la senda, con algunas sorprendentes sabinas centenarias que sobrepasan sobradamente los quince metros de altura.
Cuando estrecha la senda entre los robles, divisamos y nos unimos a la pista de concentración parcelaria bajando por la ladera izquierda.
Es verano y los campos ya están amarilleados por las altas temperaturas de esta primavera. Continuamos por la pista (una vez pasada la doble curva) y cuando dejamos a nuestra izquierda unos grandes campos de cereal, bordeamos estos y siguiendo todo recto y sin pérdida nos encontramos con el Tejar de la Umbría.
Lo que en otra época existió como un Tejar sin horno de cocción, dedicado a la fabricación de "adobes", nos recibe con las ruinas de lo que antes fue y las huellas de la que era la balsa que recogía el agua para su correcto funcionamiento.
Los mayores del pueblo no recuerdan que haya estado en uso en sus generaciones, pero si que este existía a modo de albergue cuando las tormentas sorprendían a los que realizaban tareas agrícolas o pastoreaban por la zona. Con el desuso, comenzó su estado de ruina en los años sesenta/setenta del pasado siglo.
Ruinas del Tejar de la Umbría
Como sucede con lo que desaparece, es necesario que agudicemos nuestra mente para intentar imaginar como era aquella zona, con el tejar en uso y numerosos habitantes del pueblo que atendían sus campos de cereal y ganado.
Continuamos, y ya abandonada la pista, nos perdemos y disfrutamos entre los Robledales de la zona. Quizás sean uno de los lugares más escondidos para las nuevas generaciones de codeños, que desconocen estos parajes, rebo-santes de robles y jara en estado salvaje, y en la que prolifera sorprendente vegetación y fauna.
Caminando entre ellos nos sobreviene una sensación de estar donde antes nadie antes ha pasado...
En un despejado entre la arboleda y cercano a la pista forestal, se encuentra un descubierto natural, sin ningún tipo de vegetación, similar a una zona desértica pero en color rojizo, pues sus condiciones naturales y minerales del terreno hacen que sea un lugar estéril. Se trata de un yacimiento férrico que aflora en la superficie, formando esta explanada que los lugareños siempre han llamado la "PRADERA DE LOS LOBOS".
Por lo único, especial y curioso de este paraje le dedicaremos para conocerle un artículo exclusivo en el Blog.
Volvemos a la pista, preparando nuestra vuelta al pueblo. Es tiempo de cardos, otra de las señales de identidad de Codes, y mires donde mires son los reyes del camino, destacando sobre el resto de vegetación compañera a su alrededor.
Siempre a la vista y en la lejanía, la Ermita de la Virgen del Buen Suceso nos muestra el camino de vuelta al pueblo. Nos despedimos de estos sorprendentes parajes, que sólo son el comienzo del gran robledal, que crece a continuación de ellos, y de obligada visita para quien guste de la naturaleza.
El robledal nos traslada a un entorno natural distinto del que estamos habituados a conocer de Codes
Hemos disfrutado de un paseo corto y cercano al pueblo, contemplando la exuberante naturaleza, y los últimos vestigios de la primavera que dan lugar a la llegada de cientos de mariposas de todos los colores y especies, acompañados por los cantos de las aves en los robles y algún que otro lagarto despistado y madrugador que se nos cruza en el camino...
¿te vas a animar a descubrir estos parajes?