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ANÉCDOTAS de nuestro pueblo

  • ANSELMO Lope Andrea
  • 4 may
  • 3 Min. de lectura

y trabajos que se hacían con sacrificios sobrehumanos por necesidad.

 


Yo en el recorrido de mi vida, y con muchos años vividos en Codes, pues he visto muchas cosas que otras personas han vivido y han trabajado.


Muchos de ellos por necesidad, y otros al encontrarse tantas personas en casa, pues había hijos para todo: para atender el ganado, y para ir con la yunta de mulas, y también para acudir a otros menesteres.

 

 

Yo recuerdo cuando los más jóvenes de la casa bajaban a vendemar a los pueblos de Aragón: Godojos, Carenas, Ibdes… la distancia era muy considerada pero se hacía a píe, o sea “andandito”.


Algunos sitios pues eran de cuatro o cinco horas, o seis horas, pero se hacía todo por arrimar un dinerito a la casa. Se hacía año tras año, y con muchas ganas y ilusión.


Yo tengo el recuerdo de cuando se comentaba en esas largas trasnochadas. Se comentaba del día que se bajaban y el tiempo que iban a estar. También entre ellos comentaban en la casa que se comía mejor.


Algunos hacían de acarreadores, y explicaban como cargaban las mulas con los cuévanos llenos de uvas, era muy costoso por su peso, y entendiendo que las viñas se sembraban en cuestas que en las que los animales ni se sujetaban de lo inclinadas que estaban.


Yo me atrevo a poner algunos nombres de mozos que bajaban a vendemar. Sé que me dejaré a muchos, pero uno recuerda lo que recuerda: Telesforo, Anastasio, Anselmo Andrea, Alfredo, Esteban, Maximino, Félix Vela, Castor, Daniel Rufos, Valentín… y estoy seguro que muchos más…

 

 

Estos mismos, y muchos más, durante un tiempo también bajaban día a día a sembrar el Pinar de Iruecha.


Este tiempo fue de unos dos o tres años, y de la misma manera al amanecer andando, con lluvia o con nieve, día tras día acudían al tajo a ganar su jornal que en aquellos tiempos venía pero que muy bien, con ganas de que aquello no se terminara a pesar de la caminata de por la mañana, y la tarde de regreso después de estar todo el día con el pico sembrando pinos.


Era lo que había, y tan contentos...

 

 

Los que no iban a los pinos también se dedicaban a los arquillos, a recoger los tordos que venían de temporada.


En el invierno el arquillo se hacía con ramas finas de las sabinas, se limpiaban y se espalmaban en lo más ancho y se dejaban finas. Se les hacía un agujero donde se metía el palillo, y se pasaba la cerda que se hacía con el pelo de la cola de las mulas. Y al palillo se le hacían dos rebajes para meter la lazada y se ponía en la copa de las sabinas. Y cuando el tordo se paraba, intentaba romper el vuelo, el palillo se salía y se quedaba pillado de las patas. La parte que se espalmaba del arquillo se pintaban de negro con jorguín, o sea, con un tizón de la lumbre.


El monte se hacía lotes, y se sorteaba, y cada vecino se quedaba con la parte que le tocaba. Los tordos se vendían en el Estanco, en casa de Saturnina y Bernabé. Siempre se hablaba de los que se cogían por pares… tantos… diez pares… veinte pares…


En transporte se hacía llenando los cajones donde se traía los cuarterones de tabaco, que eran bastante grandes, y los bajaban con las mulas a Maranchón. Se decía que iban para Barcelona...

 

 

También quiero nombrar a una persona que era vecina mía, a Gabriela, madre de Vitorina.


Viuda, esta señora es digna de recordar, y de admirarla por la actividad que ella practicaba. Casi todos los días bajaba a Maranchón a vender arena para fregar. La vendía a perra gorda la lata de kilo.


La arena la sacaba debajo de los pilones y, dentro del trabajo que le costaba sacarla, tenía que subirla a cuestas hasta casa con la cantidad que buenamente podía.


A Maranchón, casi siempre se la llevaba Teófilo Vela, con el carro cuando bajaba a buscar el pan. Pero muchas veces también ella al hombro. Era muy poquito la que bajaba, por el peso que tenía.


Teófilo era el encargado de bajar la arena a Gabriela, y las haces de leña que el cartero Aurelio le dejaba a píe de carretera...

 

 

Así eran las cosas, y así las cuento.


Es muy relajante pasar un rato recordando lo visto y vivido en nuestro Codes...

 


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