Es semana Santa en todas las localidades de España, y en cada una de ellas con sus diferentes tradiciones y formas de celebrarla, haciéndola especial para sus participantes, tal y como sucedía en nuestro pueblo.
Aunque perdida en Codes hace décadas, era otra de las tradiciones fuertemente vinculada con sus habitantes. Fuera de las connotaciones religiosas de esta festividad y que hacen que cada persona la pueda vivir y aceptar de una forma diferente, también existía la vertiente cultural y social, y el vínculo de esta festividad en el día a día de la localidad, todo ello directamente relacionado con la forma de ser y las costumbres de los codeños.
Por ello queremos recordar cómo era esta tradición, desde su alcance social y cultural, y disfrutarla con una excelente colección de fotografías, realizadas en los años cincuenta del pasado siglo.
Comencemos la Semana Santa por su periodo de preparación, la Cuaresma, que tenía a los habitantes del pueblo ocupados todos los viernes por la noche, horario en que se rezaba/cantaba en la Iglesia el “Miserere”. Tras la cena, hombres, mujeres, niños… se reunían y asistían a esta celebración.
Todos los domingos de Cuaresma las mozas salían a pedir limosna por la calle y las casas del pueblo, acompañadas de un crucifijo vestido de color morado (que llevaba la mayor de ellas) solicitaban dinero, o huevos (que posteriormente vendían y eran conocidos como “Los huevos del Señor”). Lo recaudado en el último domingo lo reservaban para disfrutar de una merienda todas juntas.
En este periodo, y aquel que no hubiera pagado las bulas, estaba obligado a realizar ayuno y a no comer carne. Aunque parezca sorprendente hoy en día, los habitantes del pueblo lo cumplían con gran devoción, y pobre de aquel que no las pagara, pues quedaba obligado a ayunar de alimento y carne todos los viernes del año.
Antes de llegar al Domingo de Ramos, nos cuentan los mayores que el viernes anterior, “Viernes de Dolores”, era costumbre en el pueblo cortar el rabo a las corderillas, que iban a ser destinadas a la cría, y se reservaban para ser comidos el viernes y sábado santo, una vez finalizado el ayuno de carne.
REFRANERO POPULAR
La gente mayor del pueblo hace gala de su saber popular y nos cita un refrán relacionado con dichas festividades:
“El Domingo de Lázaro, maté un pájaro.
El Domingo de Ramos, lo pelamos.
El Domingo de Pascua lo eché en ascuas,
y el Domingo de Cuasimodo, me lo comí todo.”
Tal es la antigüedad de este refrán que se remonta y aparece en escritos del siglo XVI, en concreto en el año 1560 en la obra “Refranes” del autor Francisco del Rosal y haciendo referencia a dichos relacionados con la Cuaresma.
Esto nos ayuda para entender lo arraigado y antiguo de las celebraciones de la Semana Santa en nuestro pueblo.
Con la celebración del DOMINGO de RAMOS los codeños entraban de lleno en la Semana Santa. Era un periodo del año “tranquilo” en lo que se refiere a las labores del campo y en el devenir diario. Además de lo común en el día a día, únicamente destacaban las obligaciones que se tenían con el ganado, que eran salir a pastar y alimentar a sus corderos.
La celebración del Domingo de Ramos era de lo más normal, y reunidos todos los feligreses en el interior de la Iglesia, el párroco procedía a bendecir los ramos antes de la misa.
Los ramos, adornados con lazos y cintas, eran de romero para las mujeres y de “gatillo” para los hombres, y los traían estos últimos de la vecina población de Iruecha (Soria).
Una vez bendecidos eran colocados en las ventanas de todas las viviendas del pueblo y así se quedaban “de año para año”. La creencia popular instaba a que así las casas y sus moradores quedaban protegidas al amparo del Señor.
Como en muchos sitios, rezaba el dicho: “El Domingo de Ramos si no estrenas algo te cortan las manos”. No estaba la época para todos los miembros de la familia estuvieran de estrenos, por lo que eran los “pequeños” del pueblo quienes recibían pequeños regalos, no más grandes que simples detalles.
En los primeros días de la semana y hasta el MIÉRCOLES SANTO las mujeres del pueblo preparaban el llamado “Monumento” en la Iglesia. Los altares principales eran tapados con sábanas blancas nuevas y sus imágenes quedaban ocultas, al no poder ser expuestas, de manera que sólo quedaba el sagrario a la vista. Se adornaba la iglesia con algunas flores, dentro de “lo poco que había en el pueblo”.
JUEVES SANTO
Las celebraciones empezaban con una Misa por la mañana, tras la cual se velaba la imagen del Santísimo, por los habitantes del pueblo, sacerdote y los cófrades del Señor.
Era costumbre que el señor alcalde depositara el bastón de mando ante el monumento erigido en señal de respeto.
El acto principal del día era el denominado “MANDATO”.
A las cuatro tocaban al Lavatorio y a los discípulos vestidos con largas túnicas moradas (miembros de la Cofradía del Señor) se les lavaba los pies, ante la mirada de La Dolorosa, que estaba en la peana en mitad de la Iglesia.
COFRADÍA DEL SEÑOR - Estaba formada por doce hombres casados del pueblo, que se correspondían con los doce últimos que habían contraído matrimonio.
Formaban una cofradía que se regía por sus propios estatutos y que les encomendaba ser partícipes de los actos religiosos de la Semana Santa, interviniendo como discípulos en el “Lavatorio de los Pies”, velando al Santísimo y como portadores del Santo Sepulcro en las procesiones de Jueves y Viernes Santo.
Vestían con largas túnicas moradas, sujetas con un cordón atado a la altura de la cintura.
Cuando fallecía alguien eran los encargados de realizar el hoyo de la sepultura y llevaban las velas (alzadores) en el funeral.
Según fijaban sus estatutos, si alguno no participaba en acto obligado, por motivo de causa mayor, tenía que pagar lo que estaba acordado.
Desconocemos la antigüedad de esta tradición, pero ha estado siempre en los recuerdos de todos los años de vida de nuestros mayores, de esta generación y pasadas.
Finalizado el “Mandato” se realizaba una procesión a la Ermita en busca del Santo Sepulcro. En el viaje de vuelta se tomaba también a la Dolorosa y participaba de la procesión que transcurría desde las Eras, por el camino del Cementerio y hasta la Iglesia.
Al terminar la procesión, los cófrades del Señor se reunían en casa del cura y este les invitaba a tomar limonada.
Entrada la noche, todos los habitantes del pueblo se reunían en la Iglesia para la Hora Santa, en la que se cantaba y rezaba hasta casi alcanzada la medianoche.
VÍA CRUCIS -Se realizaba por las calles del pueblo y era otra de las actividades de la Semana Santa.
VIERNES SANTO y SANTO ENTIERRO
Al anochecer se realizaba el acto principal del día, la procesión del SANTO ENTIERRO, en la que se volvía a llevar el Sepulcro a la Ermita.
Posiblemente este fuera el momento más especial de la Semana Santa. La procesión en las últimas luces del día y con las primeras oscuridades de la noche discurría por las calles del pueblo y las Eras acompañada por “farolillos” que iluminaban el recorrido y que simbolizaban los misterios del rosario. Al frente era presidida por estandartes y un gran farol, de cristales de colores y con forma de estrella.
Independientemente del sentimiento religioso, debemos reconocer lo imponente, especial y emotivo del momento, que unía a todos los habitantes del pueblo en un recorrido silencioso a través de las eras e iluminado únicamente por los colores y luces que emanaban de los farolillos.
EL SEPULCRO - Tallado en madera era la imagen principal y protagonista de la Procesión del Santo Entierro que se realizaba el Viernes Santo.
De siempre ha “descansado” durante todo el año en la Ermita de la Virgen del Buen Suceso.
Como curiosidad citamos, que aunque no tiene un especial valor e interés artístico, era una donación realizada por DON ANTONIO FUNEZ CORELLA, hijo del pueblo, a principios del siglo XX, en el año 1905.
SÁBADO SANTO
A las once se tocaba a Misa de Gloria. Único acto religioso durante el día.
Por la noche se realizaba la Vigilia Pascual.
En ella se llenaba la Pila Bautismal de agua bendita, y de la cual cada mujer se llevaba una jarra a su casa para tenerla en caso de emergencia. Se guardaba en una botella todo el año, para uso ante enfermedades o en el caso de tener que dar la sagrada unción a uno de los miembros de la familia.
Era el sábado cuando los mozos del pueblo, a los que les correspondía por edad ser quintos ese año, hacían el Judas y lo guardaban toda la noche para que no se lo quitasen, normalmente en rivalidad con los jóvenes vecinos del pueblo de Iruecha. En su elaboración utilizaban saquetas y paja de centeno e iba vestido con las prendas que habían conseguido al “estraperlo” en las fechas anteriores.
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
En este día se realizaba la procesión del “Encuentro”.
Con los primeros rayos de sol del día y en recorridos distintos, partían de la Iglesia la imagen de la Virgen del Soledad, por el Arco de Levante y vestida con un manto negro, y otro claro debajo y la imagen del “Niño de la Bola”, por el Arco de Poniente y al que también se le “vestía”.
Ambas procesiones transcurrían a un gran “ritmo” y su punto de encuentro eran las eras del pueblo, donde eran incensadas ambas imágenes por el sacerdote.
Como acto final de la procesión y que a la vez lo era de la Semana Santa, se quemaba el Judas ante ambas imágenes en las eras del pueblo. Era un momento abierto a lo jocoso y festivo, se reía y bromeaba. Ya desinhibidos de las celebraciones religiosas, la vuelta al pueblo era cantando y por parte de las mozas se podían escuchar las siguientes estrofas:
"El mozo que lleva el ramo es un mozo muy galán que lo convidan las chicas esta tarde a merendar"
“El niño va por el horno,
la Virgen va por el arco,
y ambos se juntan
en la era del Ciriaco.
El mozo que lleva el ramo,
es un mozo muy galán,
la señora mayordoma,
le ha convidado a una copa,
le ha dado uvas de su parral,
y miel de su colmenar
para poderlas pasar”
NIÑO DE LA BOLA - Esta imagen de la Iglesia de Codes era parte fundamental de la Procesión del Encuentro que se realizaba el Domingo de Resurrección. De gran valor artístico era venerada con devoción y cariño por los habitantes del pueblo.
No hay constancia de alguna imagen fotográfica que nos indique como era, salvo los recuerdos de los más mayores del pueblo.
A mediados de los años setenta, y por el párroco de Codes, fueron retiradas varias obras e imágenes de la Iglesia parroquial, y que por su valor artístico se consideró custodiar en el Obispado en Sigüenza.
Junto con ella, y que se sepa, fueron retirados los “Pinchos de San Roque”, una pila bautismal grabada y de cobre, una figura de San Pedro sentado, dos imágenes de Santos/Obispos pertenecientes a los altares…
Han pasado los años y sólo queda para los más intrépidos indagar su actual paradero y si tienen éxito hacernos partícipes de ello. Puede que como sucede con las Lanzas de San Roque, su paradero y depósito se encuentre en el Museo Diocesano de Sigüenza, quien sabe…
Finalizado todo el Domingo de Resurrección, y ya por la tarde, era el momento en el que las “mozas” del pueblo realizaban su merienda con lo recaudado el último domingo de cuaresma, normalmente en el “portegao” de entrada a la iglesia. Esa tarde ya había baile, que había estado prohibido durante toda la cuaresma y Semana Santa, salvo en conmemoraciones especiales.
Todo volvía a la normalidad el LUNES DE PASCUA, día sin celebraciones en Codes, en el que cada habitante volvía a sus tareas y obligaciones diarias, fuera ya de la actividad religiosa de las fechas anteriores… eso sí… pendiente ya de las nuevas celebraciones que llegaban en el calendario: la Santa Cruz el tres de Mayo y el patrón del pueblo, SAN PAULINO, el cuatro de mayo…
BIBLIOGRAFÍA
Asociación Cultural Amigos de Codes (Recopilación de Festividades Codeñas)
"MI QUERIDO CERRO" de Ambrosio Martínez Lope (2004)
Relatos y recuerdos de los “mayores” del pueblo.
Exposición Fotográfica "Usos y Costumbres" 1998 - Asociación Cultural Amigos de Codes.